Cuentito sobre little carm
Thursday, October 23
12:14 AM
Sobre la necesidad de las selvas.Carmela, con sus nueve encima, es víctima del oprobio de no ser complacida. Estrangula las sábanas de su cama nombrando cada uno de sus deseos en voz baja, susurrándose las maravillas selváticas que le esperan en el pequeño paraíso de su cuarto. Carmela quiere construirse un refugio indómito para ella y sus monstruos de papel crepé, quiere hacerse un mundito ingobernable donde triunfen al fin los alborotos de su peinado, donde la magia destierre los ridículos sombreros con estrellas y sea cosa común y corriente, quiere que le den un espejo eterno, y quiere todo eso en papel de regalo, entre piñatas de cumpleaños. Carmela espera, puntual, cada aniversario de su venida al mundo, con una lista de fantasías bajo el brazo.
Cuando le preguntan ¿este año qué querés? Ella dice un mono tití, o un trampolín al primer piso. Entonces le dicen que no se puede. Carmela enfurece. Entonces quiero una cama que sea grande como mi cuarto. Pero tampoco se puede. Le ofrecen un tenedor de oro, a Carmela, pero ella prefiere un paseo en vuelta al mundo. Le ofrecen una mansión de muñecas de plástico, pero ella brilla con llenar de selva las paredes de su habitación. Le ruegan que acepte una bicicleta rosa, y ella llora triste porque nadie entiende la simple necesidad de una burbuja gigante donde poder meterse, con sus monstruos, a tomar el té. Patalea y llora, Carmela, en puntitas de pie.
Entonces llega el día, y ella espera envuelto en rojo un enorme palacio de arena, un circo de bestias y trapecios, una máquina de espejismos desérticos, unos zapatos para saltar altísimo. Pero llega, injusto y absurdo como un eunuco, triste, pálido, desabrido, rodeado de plata fantasía, un par de aros de perla en una caja de pana roja que a ella se le hace ataúd, sarcófago y muerte. Carmela llora colérica. La fiesta se paraliza con su único grito, y todos los ojos ven sus ojos llorosos, su boca temblando de ira, sus pelos crispados. Corre, Carmela, hacia el pobre mago que intentaba distraer con su función, y de un empujón le roba la paloma blanca, clásica y aburrida. La pone entre sus manos, le acaricia el cuello y lo aprieta. Va a matarla, Carmela. Entonces entiende, quién sabe por qué, la mística de ese pájaro tonto y cruel, sometido a la voluntad de un maguito mediocre, con alas inútiles y frías. La lleva a la ventana, la suelta y ríe. Quiere ser libre, Carmela.
Por M.
Labels: chonguitos, el literato
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